Friday 24 June 2011

Culture and Simulacra (Look at my paraphrase of Jean Baudrillard)

Jean Baudrillard
CULTURA Y SIMULACRO
Baudrillard establece sus enunciados acerca de la cultura como simulacro en base al análisis de las representaciones de lo real, las cuales ubica históricamente en tres órdenes:
Simulacros de Primer Orden:
Que anteceden al periodo de la modernidad y se basan en la creación de objetos (y situaciones) únicos, y por tanto representan una realidad irreproducible. En esta fase, aunque a tientas, existe una significación que se dirige hacia esta realidad.

Simulacros de Segundo Orden:
Que están asociados con el periodo de la modernidad. Aquí, la copia de ítems reproducibles en masa hace que se rompa la distinción entre imagen y realidad. La habilidad cómoda de imitar lo real amenaza con remplazar la versión original. El individuo busca consumir un facsímile funcional.

Simulacros de Tercer Orden:
Están asociados con el período de la posmodernidad. En esta fase, el simulacro precede al original. La distinción entre realidad y representación se desvanece. Sólo existe el simulacro, y la originalidad se convierte en un concepto totalmente sin sentido. La realidad y el simulacro pierden distinción debido a factores como:
-          “Necesidades” que son creadas por los comerciales en los mass-media (televisión, radio, medios impresos y la Internet)
-          La dineralización del valor
-          El capitalismo de las multinacionales
-          La urbanización (y el alejamiento de los individuos de los elementos naturales); y,
-          El lenguaje poco claro (o incluso desconocido) empleado por políticos y grupos de poder.

Con este análisis, entre otros aspectos, se hace referencia a que el encanto que producía la abstracción se ha esfumado. El aspecto imaginario de la representación es barrido por la simulación.
Lo real es producido a partir de matrices y modelos; y luego reproducido un número indefinido de veces. No posee entidad racional ya que no es puesto a prueba en ningún proceso. No es más que un proceso operativo, ni siquiera real ya que nada imaginario lo envuelve. Es un hiperreal, producto de una síntesis de modelos combinatorios.

LA DIVINA IRREFERENCIA DE LAS IMÁGENES
Disimular –dice Baudrillard- es fingir no tener lo que se tiene (lo que remite a una presencia); mientras que, simular, es fingir tener lo que no se tiene (lo que remite a una ausencia). Pero esta diferencia se hace más compleja al tener en cuenta que simular no es fingir. “Quien finge una enfermedad puede sencillamente meterse a la cama y hacer creer que está enfermo. Sin embargo, el que simula una enfermedad produce en sí mismo los síntomas de la enfermedad” (Littré) De este modo, el fingir o disimular dejan intacto el principio de realidad: hay una diferencia clara; sólo que enmascarada. En cambio, la simulación cuestiona la diferencia entre lo verdadero y lo falso, de lo real e imaginario. La pregunta es: Dado que el que simula produce síntomas verdaderos, ¿está realmente enfermo? Objetivamente no se le podría tratar ni como enfermo ni como no enfermo.
Del mismo modo, ¿qué puede hacer el ejército con los simuladores? Tradicionalmente, los desenmascara y castiga en base a patrones fijos. En estos días, incluso la psicología militar se resiste a llevar a cabo una distinción entre el síntoma producido y el auténtico, entre lo verdadero y lo falso.
Aparte de la medicina y el ejército, campos predilectos de la simulación, el asunto remite a la religión y al simulacro de la divinidad. Baudrillard lo expresa así: “Prohibí que hubiera imágenes en los templos porque la divinidad que anima la naturaleza no puede ser representada” y continúa diciendo que precisamente esta divinidad sí puede ser representada, pero ¿qué sería de ella al ser divulgada en forma de iconos o disgregada en simulacros? Señala así a los iconoclastas, acusados de despreciar y de negar las imágenes; y, a los iconólatras; quienes, dice, se contentaban con venerar un Dios esculpido, sin percibir más que sus reflejos. Como representación de este asunto, cita a los Jesuitas, quienes hicieron desaparecer a Dios ante la fundación de su política; lo que en suma, manifiesta, se trataba de una estrategia de liberación de signos -“barroco de las imágenes”- que manipulaba mundanal y espectacularmente las conciencias,  para ocultar la eminencia gris de su política.
Mientras que la representación intenta absorber la simulación interpretándola como falsa representación, para Baudrillard, la simulación en cambio envuelve todo el edificio de la representación tomándolo como simulacro; y luego establece cuatro fases sucesivas de la imagen:
1.      El reflejo de una realidad profunda
2.      Enmascara y tergiversa una realidad profunda
3.      Enmascara la ausencia de una realidad profunda
4.      No tiene nada que ver con ningún tipo de realidad, es ya su propio y puro simulacro.
En el primer caso, la imagen es buena y la representación pertenece al orden del sacramento. En el segundo, es una mala apariencia y es del orden de lo maléfico. En el tercero, juega a ser una apariencia y corresponde al orden de la hechicería o azar. En el cuarto, ya no corresponde al orden de la apariencia, sino de la simulación.
Existe un punto crucial, que se da en la transición desde unos signos que disimulan algo a unos signos que disimulan que no hay nada. Los primeros remiten a una teología de la verdad y del secreto (formando todavía parte de esto la ideología) Los segundos inauguran la era de los simulacros, en donde todo ha muerto y ha resucitado de antemano.

Hiperreal e Imaginario
Baudrillard señala a Disneylandia como un modelo perfecto de simulacros entremezclados. Siendo en principio un juego de ilusiones y fantasías, lo que atrae a las multitudes es sobre todo la perfecta escenificación de los propios placeres y contrariedades. Este mundo “infantil” congelado, resulta haber sido concebido y realizado por un hombre hoy congelado también (Walt Disney) Todos los valores son allí exaltados por la miniatura y el dibujo animado. El lugar donde se da honor a los valores americanos y a su forma de vida. Disneylandia es presentada como imaginaria con la finalidad de hacer creer que el resto es real; cuando de hecho, el resto que lo rodea ya no es real sino perteneciente al orden de lo hiperreal (simulación)
Finalmente, Baudrillar menciona que Disneylandia muestra que lo real y lo imaginario perecen de la misma muerte. A una realidad diáfana responde una imaginación fallecida.

I had to give an exposition on this theme for the subject of Sociology at school (Master's) This topic was really dense and complicated.

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